Autores: Villanueva, E.; Eberhardt, M. L.; Nejamkis, L.
Lugar de Edición: Florencio Varela
Editorial: Universidad Nacional Arturo Jauretche
Año: 2013
Páginas: 126
1a ed. 1a reimp.
ISBN 978-987-26618-9-2
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Introducción
Por Ernesto Villanueva
Desde los albores mismos de la civilización occidental, esto es, seis, siete siglos antes de la existencia de Cristo, en Grecia muchísimos pensadores reflexionaron sobre el sentido mismo de lo social. ¿Cómo se organiza la ciudad?, era el interrogante. ¿Hay una forma perfecta para que la convivencia humana sea mejor?, ¿está en la naturaleza de nosotros que esa convivencia sea pacífica? ¿qué tendencias confluyen en sentido contrario? ¿cuáles deben promoverse para que el colectivo social tenga más justicia, tenga más dignidad? En suma, ¿qué debe hacerse para que haya condiciones mejores para una felicidad mayor de cada uno de nosotros? Esto es, la pregunta por las condiciones de lo social viene desde siempre o, al menos, desde que la civilización occidental existe. Y desde el principio, la pregunta tuvo, por así decirlo, un sentido utilitario. Se trata de una reflexión sobre nuestra convivencia, para mejorarla, para perfeccionarla.
Esa pregunta tuvo, por supuesto, inmensas evoluciones y transformaciones, idas y vueltas, marchas y contramarchas. Como escribimos más arriba, inicialmente estuvo enfocada en una cuestión estrictamente política: ¿cómo organizar nuestra sociedad?, ¿qué hace que no nos matemos entre todos?, ¿por qué es mejor una colectividad que individuos aislados?, ¿cuáles son los márgenes que se le deben dejar a cada persona y cuáles son los elementos, o normas o factores que deben estar reservados para lo colectivo?
Una introducción a la Sociología como aquí estamos planteando tiene justamente por objetivo detenernos un momento en las condiciones de nuestra existencia. ¿Por qué hablamos nuestro idioma? ¿Por qué nos vestimos como nos vestimos? ¿Por qué comemos ciertas cosas y otras no? Y sabemos que en otras civilizaciones existen otras ropas, existen otras comidas, en fin, se utilizan otros idiomas e, incluso, cuando se usa el mismo idioma, hay modalidades, hay cantitos lugareños, hay palabras que identifican hasta zonas diferentes de una gran ciudad. En síntesis, ¿cómo se trasmiten los elementos centrales de nuestras costumbres, de nuestros usos?
Para colmo, sabemos que ninguna sociedad ni siquiera es idéntica a si misma todos los días. De un día para otro, hay modificaciones. Pero también, de un día para otro, hay grandes permanencias, hay grandes estabilidades. Las condiciones por lo social siempre son una pregunta doble, una pregunta acerca de lo que permanece y acerca de lo que cambia. ¿Por qué lo que permanece, permanece? ¿Y por qué lo que cambia, cambia?
Además, si pensamos ya en sociedades más complejas con personas que ni siquiera se conocen entre sí, más aún en sociedades donde es necesario para saber quién es quién algún documento, incluso hoy en el siglo XXI, con foto, huella digital e, incluso, parámetros biométricos. Esto es, una sociedad, en gran medida es una entelequia. Todos los que habitamos Varela, Berazategui o Quilmes, pensamos que vivimos en el conurbano sur, pero no nos conocemos entre nosotros, no tenemos las mismas costumbres, no nos gustan las mismas cosas, pero, sin embargo, nos remitimos a esa instancia que es el conurbano sur. ¿Qué es lo que hace que nosotros creamos eso? ¿Cuáles son los elementos que permiten identidades colectivas y a la vez diferencias individuales? ¿Es posible la emergencia de individuos con rasgos muy diferentes a los de la sociedad? ¿Es posible la creación absoluta? ¿En qué medida el condicionamiento social es una condición de posibilidad pero a la vez es una imposibilidad, una frontera?
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