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sábado, 25 de abril de 2020

Chupat-Camwy, Patagonia

Título: Chupat-Camwy, Patagonia: historia de la coexistencia pacífica entre galeses, pampas y tehuelches
Autor: Gavirati, Marcelo
Lugar del Edición: Villa Adelina
Editorial: Patagonia Sur Libros
Año: 2017.
Páginas: 485
ISBN 978-987-25657-7-0

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I. Introducción

Historia, memoria y olvido…

A mediados del siglo XIX un grupo de dirigentes galeses se nucleó con el objetivo de organizar y dar forma al movimiento emigrador generado por la presión económica, religiosa y cultural, a la que eran sometidos sus compatriotas por parte de los súbditos y el Gobierno inglés. Su idea era formar una colonia que reuniese a los emigrantes galeses y evitar así su diáspora por diversas partes del mundo, en el convencimiento de que al formar un núcleo colonizador compacto tendrían más posibilidades de preservar su cultura, su religión y su idioma, sin quedar diluidos en la población nativa. Para llevar a cabo el proyecto pensaron en la Patagonia, la que era visualizada como una región prácticamente deshabitada.

El valle del Chubut, territorio elegido para asentarse, estaba en 1865, como casi toda la Patagonia, bajo el dominio de pueblos indígenas. Después de tres siglos y medio de contacto con los europeos, iniciado en 1520 con la expedición de Magallanes, y luego de las aisladas e infructuosas tentativas de fundar asentamientos por parte de la Corona española, a mediados del siglo XIX sólo existían en ella dos poblaciones de cierta importancia: El Carmen de Patagones en el río Negro y Punta Arenas sobre el Estrecho de Magallanes. El sino del inmenso territorio comprendido entre éstas parecía ser el del rechazo a todo intento de colonización blanca. Poco más de medio siglo antes del arribo de los colonos, los indígenas patagónicos habían aniquilado el Fuerte San José, fundado en 1778 en la Península Valdés, en un lugar muy próximo al Golfo Nuevo, sitio elegido por los galeses para desembarcar. Bien cabía preguntarse —entonces— qué podría esperarle al pequeño grupo de un centenar y medio de hombres, mujeres y niños, al intentar asentarse en medio de ese vasto territorio, sin siquiera una guarnición militar que los protegiese de posibles ataques por parte de los indígenas patagónicos, a los que —desde una óptica eurocéntrica— se consideraba como “salvajes”, o poco menos…

En mayo de 1865, poco antes de embarcarse en el Mimosa, el colono Watkin Williams recibía una carta de su primo Jno. Jones Talhaiarn en la que éste le expresaba su preocupación acerca de lo que denominaba como el “salvaje y loco” plan de fundar una colonia galesa en la Patagonia: sólo “espero —le decía— que los indios que se los comerán a todos por completo tengan una indigestión”. Luego, no resulta extraño que al arribar al valle del Chubut, los colonos levantasen sus casas “cerca unos de otros, para no estar dispersos en caso de un ataque de los indios”, ni que durante los largos nueve meses siguientes, en los que los indígenas no se hicieron presente en la Colonia, la angustia generada por la incertidumbre sobre cómo serían estos —otros— desconocidos fuera creciendo, al punto de vivir “en continuo sobresalto” y de sentirse “atemorizados, espantados por los indios”. (...)


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