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sábado, 25 de abril de 2020

Conocimiento, paisaje, territorio

Título: Conocimiento, paisaje, territorio. Procesos de cambio individual y colectivo
Autor: Hebe Vessuri / Gerardo Bocco (Coordinadores)
Lugar de Edición: Río Gallegos
Editorial: Universidad Nacional de la Patagonia Austral; Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental-UNAM; Centro Nacional Patagónico; Universidad Nacional de Río Negro.
Año: 2014.
Páginas: 400 p.
ISBN 978-987-3714-06-1

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Prólogo

Desde fuera (acotación necesaria, ya que los compiladores no viven en ella) la Patagonia puede concebirse en su particularidad o especificidad como una región geográfica única, irrepetible. Tal sería el caso de la Amazonia, la Puna, o la Pampa, por señalar unos ejemplos conocidos. Pero también, y sin desligarse de la visión anterior, puede tipificarse como un espacio genérico, clasificable, tal vez, como un espacio binacional, bioceánico y multi-ecoregional “emparentado” geográficamente con otras regiones del planeta. Es binacional y bioceánico desde el punto de vista territorial, es decir, desde la perspectiva de gobierno, administración y poder. Es multi-ecoregional desde la perspectiva de los paisajes que alberga: desde la estrecha franja costera Pacífica, pasando por la Cordillera de los Andes y sus respectivos piedemontes occidental y oriental, la meseta patagónica, y la franja costera Atlántica. Aunque tal vez lo que caracterice a la Patagonia, como región o como tipo de región, es estar en “los confines”, en los bordes, en los extremos, tanto del mundo, como del hemisferio, del continente y de dos países. De inmediato surge la noción de lo (in)accesible, o lo remoto, noción sujeta a cuestionamiento por la compresión espacio-tiempo que ha experimentado nuestro planeta.


Dicho en forma sencilla, la compresión alude por un lado a que todos los espacios del planeta son ecúmene (hasta los polos o las muy altas montañas de Asia o los desiertos, pueden habitarse por el ser humano adecuadamente subsidiado energéticamente. Por otro, alude al “acortamiento” de las distancias, no las horizontales, geométricas, pero sí los desplazamientos (adecuadamente subsidiados energéticamente). Por ejemplo, uno puede desplazarse mediante tres escalas, desde la ciudad de Morelia en el centro de México hasta Groenlandia, pasando por Reikiavik en Islandia. Queda en entredicho lo remoto primero, gracias a las exploraciones que expandieron al ecúmene y redujeron la tierra desconocida; más recientemente gracias a las tecnologías aplicadas a los transportes y a las comunicaciones. La mera noción de lugar, concepto esencial en geografía, ha cambiado radicalmente, y con ello la noción de “remoto”.

Sin embargo, lo geométrico (en forma sencilla, la distancia horizontal al polo sur) que encierra la idea de confín, de extremo, es ineludible. En América Latina lo remoto nos remite a las enormes extensiones amazónicas o andinas y, sin duda, a la Patagonia. Viendo el mapa del conjunto del planeta, por ejemplo en Google Earth, la Patagonia adquiere dimensiones de macro-península, estrechándose en el sentido de los meridianos, desde norte a sur. La Patagonia satisface esta condición de confín. En efecto, pese a la compresión, por remoto entendemos aquellos territorios y sus paisajes alejados de los centros urbanos destacados, bien de las grandes urbes o bien de ciudades medianas (del millón o más de habitantes), con aeropuertos internacionales, o terminales ferroviarias o portuarias del nivel nacional. No sólo alejados en cuanto a distancias horizontales, medidas en términos de kilómetros, sino alejados en términos de su acceso poco amigable, bien por falta de conectividad, bien por lo costoso de los desplazamientos desde y hacia ellas, o bien entre las localidades en ellas. La noción de lo remoto encierra también la idea de lo desértico en el sentido de lo despoblado, de los hábitats dispersos, caracterizados por la existencia de innumerables pequeñas localidades relativamente aisladas entre sí, de caminos de difícil transitabilidad, vulnerables a las catástrofes, rutas que pueden dejar de ofrecer accesibilidad y convertirse en brechas insalvables.

Si bien la Patagonia actual se parece muy poco a aquélla de las descripciones de Asencio Abeijón, por ejemplo, conserva sin duda, para propios y extraños, esta condición de confín. Y es justamente esta idea la que permea este libro, que se propone vincular el conocimiento con el territorio y los paisajes que éste alberga. Es propósito de los compiladores ofrecer, a través de los textos presentados en el V congreso de historia patagónica, una visión de un espacio que adquiere características tan especiales que lo convierten en emblemático del hemisferio austral. Si Nueva Zelandia es emblemática de lo australinsular, la Patagonia es el confín peninsular de Suramérica. Cargada de historia y de historias, de arraigos y de sentidos de pertenencia, la Patagonia y sus paisajes fue la fuente de inspiración de este libro.


Gerardo Bocco / CIGA-UNAM
Morelia, Mich., febrero de 2014.


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